¡Qué shulada!, me dijo mi caperucita al asomarse por la puerta de la cocina; es por donde empiezo todos los años, luego continúo por el comedor, la sala, el pasillo... Sí, me da trabajo, pero cuando a uno le dicen ¡que shulada!, lo siguiente es ponerse con el dormitorio, los baños... y si hace falta decoro hasta el ¡garaje!
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